sábado, 6 de abril de 2019

Siempre empezar incluso cuando no


Hubo un tiempo en que escribíamos blogs. Fue hace años, igual bastantes más de los que creeríamos. En aquel reducto mágico formamos una especie de tribu, los aliados de la palabra y de la vida. Algunos, la mayoría, seguimos teniendo relación virtual porque aunque ya no escribimos blogs (excepciones hay, y notabilísimas) encontramos otros canales que nos permitieran ir sabiendo los unos de los otros. Ahora mantenemos una especie de hermandad secreta, y nos sabemos siempre. Ahora los blogs son un espacio exótico, permanecen en la red como los esqueletos de viejos animales mitológicos, restos de un tiempo, del naufragio azul de los tiempos perdidos. Quienes los mantienen, como la maravillosa Anabel, como Pedro, lo hacen con una  profesionalidad que asusta...  Yo me temo que me he quedado en la cosa artesanal, en el blog tirando a cutre. 
A mí me puede una extraña voluntad y algo parecido a la rebeldía. Eso y el deseo de que ahora que inicio una aventura nueva  (en realidad la auténtica aventura es la de la escritura, pero la faceta pública también tiene lo suyo) que tiene el nombre de una novela nueva, esto funcione como una especie de diario de a bordo. O no. Me conozco lo suficiente como para saber que mis ganas de empezar suelen ir en relación directa con la rapidez en abandonar. 

Así que no sé si seguiré, pero vuelvo a esta especie de aventura que es lanzar botellas al mar del ciberespacio, sea eso lo que realmente sea. 
Y tal vez los que estábais entonces, estéis. Y tal vez este sea el espacio para un reducto nuevo, para el refugio de los aliados de las palabras. 
Y por cierto, hoy ha llovido.

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